En una conferencia de prensa, Rafael Nadal, uno de los tenistas más destacados de la historia, ha vuelto a abordar el tema de la brecha salarial en el deporte, desatando una nueva ola de controversia en la comunidad deportiva y más allá. Sus declaraciones, que han circulado ampliamente en las redes sociales, han generado tanto apoyo como críticas, destacando la complejidad y la sensibilidad de este tema candente.
Nadal, quien ya había expresado opiniones similares en el pasado, argumentó que la disparidad salarial entre hombres y mujeres en el ámbito deportivo se justifica por la capacidad de cada género para producir ingresos y beneficios. “A veces las mujeres ganarán más, otras los hombres ganarán más”, afirmó, añadiendo que lo determinante debería ser la calidad del trabajo y la capacidad para atraer público y patrocinadores. Estas declaraciones, aunque resueltas y directas, han sido objeto de debate, plantean interrogantes sobre la verdadera raíz de la desigualdad salarial en el deporte y si se trata simplemente de una cuestión de “oferta y demanda” o de un problema estructural arraigado en normas y percepciones de género enraizadas.
El contexto de estas afirmaciones de Nadal adquiere mayor relevancia en un momento en que el deporte femenino, especialmente el fútbol, está luchando por la igualdad de trato y oportunidades. Hace dos días empezó la primera Copa de Oro femenina, el certamen que reúne a las selecciones de Centroamérica y el Caribe, es un testimonio del crecimiento y la importancia del fútbol femenino en el escenario mundial. Sin embargo, a pesar de estos avances, persisten desafíos significativos en términos de visibilidad, remuneración para las deportistas mujeres y reconocimiento, por ejemplo: luego de haber sido campeones del Mundial en Qatar 2022 (el tercero tras Argentina 1978 y México 1986) la Asociación de Fútbol Argentino bordó en la camiseta del seleccionado la tercera estrella en el escudo; que aparece tanto en la indumentaria de entrenamiento o de vestir, como en la ropa oficial de juego que viste el equipo masculino, los juveniles, futsal y fútbol playa, pero el seleccionado femenino dirigido por Germán Portanova que disputó la Copa del Mundo en 2023 lo hizo sin ninguna estrella en su camiseta por disposición de la AFA.
La poca visibilidad y el menor respaldo financiero que reciben las mujeres en el deporte, en comparación con sus contrapartes masculinas, son manifestaciones de desigualdades arraigadas que van más allá de la mera capacidad de generar ingresos. Reflejan estereotipos de género profundamente arraigados que perpetúan la idea de que el deporte es un territorio dominado por hombres y que las mujeres tienen menos valor en este ámbito. Este sesgo de género se manifiesta no solo en la distribución de los recursos y la compensación económica, sino también en la cobertura mediática, el respaldo institucional y las oportunidades de desarrollo profesional.
La situación subraya la necesidad urgente de abordar no solo las disparidades salariales en el deporte, sino también las barreras estructurales y los prejuicios de género que perpetúan estas desigualdades. Iniciativas como el programa “Una victoria lleva a la otra”, impulsado por ONU Mujeres y el Comité Olímpico Internacional, buscan desafiar estos estereotipos negativos y crear un entorno deportivo más inclusivo y equitativo para las mujeres y las niñas. Sin embargo, se requiere un compromiso colectivo y sostenido de todos los sectores de la sociedad para impulsar un cambio real y duradero.
Además, es fundamental reconocer que el debate sobre la igualdad de género en el deporte no se limita simplemente a cuestiones de remuneración y reconocimiento. También abarca temas como el acceso igualitario a oportunidades de desarrollo, la prevención del acoso y la violencia de género en el ámbito deportivo, y la promoción de modelos a seguir positivos para las futuras generaciones de deportistas mujeres.